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El Dharma y la vida

Ese puñal punzante en la espada, un agudo dolor de cabeza tras horas aferrada al ordenador como si no existiera un mañana, buscando tal vez algún tipo de excelencia, quién sabe. Los humanos somos tercos y testarudos. Y así podría seguir con una lista interminable de pequeñas y grandes insatisfacciones, pero no lo haré. La vida es corta para quejarse demasiado.

Reconozco que tras más de quince años escuchando, saboreando y siempre deleitándome junto a grandes maestros, a veces no sé integrar el Dharma en mi vida. En mi vida cotidiana, sí. El Dharma que escucho e intento practicar, y la vida a cada instante, con todos sus momentos, a veces parecen mundos irreconciliables. Como si tú fueras por un lado de la vida, y el Dharma y sus promesas de felicidad por otro. A veces dudo. En realidad no dudo del Dharma, dudo de mi.

Acudo entonces a cualquier libro que me haya inspirado —todos los de Dharma tienen el poder de hacerlo—, a alguna enseñanza online —un privilegio que hemos descubierto precipitadamente, sin tiempo a reflexionar, en la era covid—. A menudo expando esa pequeña alegría que me ha cambiado el momento vital a compañeros del Dharma.

Me he preguntado muchísimas veces qué pensaran mis compañeros de Dharma de tantas cosas… Sé que todo depende del momento. De cada instante. De cada tema que comprendemos y analizamos en el amplio e immenso Dharma. Y sobre todo, del momento vital.

“Hay que llevar el Dharma a tu vida, no tu vida al Dharma”, ha sido uno de los grandes consejos que he recibido. Pero siempre piensas que podrías estar haciéndolo mejor. Y eso sí que no es Dharma. Es la tortura de siempre, la de la vida cotidiana. Por eso adoro y anhelo el Dharma.
Núria Bolaño
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