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Ahora depende de ti

El transcurso del día y la noche, las cuatro estaciones o el juego de los elementos en la naturaleza siguen un orden natural, no responden a los designios o deseos de nadie. Su existencia resulta de la interacción de infinitas causas y condiciones, siempre en armonía con una ley natural de interdependencia.

Esto me recuerda los versos de Miguel Hernández:

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

De hecho, todo fenómeno o evento se rige por esa misma ley de causalidad. También nuestras vivencias, resultado de la confluencia de causas externas e internas. Ese orden natural, que configura todas las experiencias —como toda la realidad cognoscible—, perfectamente ecuánime, no tiene ideología ni preferencias, no actúa a nuestro favor, pero tampoco en nuestra contra. Así, toda circunstancia o experiencia de la vida, por dura u hostil que nos parezca, no es, en sí misma, amenazante o negativa, deseable o indeseable.

Sin embargo, la visión dualista y egocéntrica hace que nos apartemos de ese orden natural equilibrado y nos sintamos atacados o perjudicados por determinadas circunstancias o situaciones, como si el universo se confabulara contra nosotros. No hay tal confabulación. La vida, el mundo no están en contra nuestra, ni siquiera ‘piensan’ en nosotros —como nos hace sentir la visión egocéntrica—; esa sensación no es más que la proyección de nuestros propios temores y expectativas. Esas obsesiones e incertidumbres del ego nos atrapan en un mundo insatisfactorio y amenazante y nos impelen a manipular la realidad para adaptarla a nuestra visión de las cosas. Un esfuerzo agotador que, por iluso, está condenado al fracaso.

En realidad y en todo momento de experiencia, aunque no intervenga en ella nuestra ‘voluntad’, coexisten aspectos positivos y negativos, lo que nos presenta una situación abierta y llena de posibilidades. No estamos totalmente determinados a vivirla o ‘sufrirla’ pasivamente. Tenemos la opción de enfocarnos en esa visión abierta, libre de perjuicios o temores, y vivir la experiencia con una actitud creativa que se centra en las oportunidades y la encara positivamente. Así, cada momento de nuestra vida es una oportunidad para fluir con el ritmo natural y armonizarse en él. Ahora depende de ti.
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